miércoles, 16 de marzo de 2016

"Debería agradecer"

Dennis Herrarte 

Caminando hacia las periferias de la ciudad por la acostumbrada ración semanal, voy cada vez más atento y alerta, confío plenamente en mi vista periférica. Todo en calma. Como era costumbre. La transacción simple, directa, al mandado. 

A tres cuadras del lugar, con la mirada distraída, me encuentro con dos policías, que parecían estar esperándome, me ven de cuerpo completo y me dice uno: 

- ¡Hey tú! ¿A dónde vas?

Muerto de nervios, sin saber qué hacer, quise aparentar que no era conmigo, seguí caminando haciéndome el occiso, uno de los agentes me detuvo. En el mismo acto me arrinconó, me puso de espaldas, manos arriba y abrió mis piernas con sus pies. El otro escaneaba mi mochila con el olfato, la vista y el tacto. 

- Que a dónde vas, ¿no oíste? –Dijo el policía que me tenía contra la pared. 

- A mi casa señor. No he hecho nada –dije, con la voz temblorosa. 

- ¿Qué traes ahí? 

- Nada. Soy estudiante, jefe. ¡Maldito! Me está metiendo mano y disfrutando -pensé. 

- Con que nada ¿ah? Con esto, ¡te vas al menos un par de años al bote! –dijo, con una sonrisa sarcástica, palpando un pequeño bulto a un lado de los testículos y agarrándome del brazo con fuerza, como para asegurarme un poco más. 

Las manos me sudaban y se me quebró la voz: 

- Ustedes vieron mi carnet de estudiante, soy trabajador, soy tranquilo, no soy delincuente. Encogí hombros y agaché la cabeza. 

- ¿Cuánto traes? –dijo el otro secamente. 

- Sólo lo que usted ya tomó de mi billetera señor. 

- Esos audífonos no se ven mal. –el policía que me tenía agarrado, ya los tenía en sus manos. 

- Son mi herramienta de trabajo. 

- Nos llevamos los 200 y tu herramienta de trabajo. -dijo el agente de mala gana. 

El primero por fin me soltó, pero me quedé pegado a la pared. Cuando estaban por retirarse, se para repentinamente, voltea hacia su compañero y le hace un gesto con la cabeza. El otro, haciendo una pausa, se acerca y me pregunta con toda tranquilidad, 

-¿Quieres tu bolsita de vuelta? 

- Gracias. –con la boca abierta y la mano extendida. 

- ¡Vete ya! ¡Apúrale! –dijo el agente, arriándome como perro. 

Antes de irse, el que me había agarrado le dio un golpe fuerte a su portezuela y sonrió. Miró los audífonos de forma despreciable y subieron a su camioneta. 

Me alejé pensando en lo que acababa de pasarme. 

-¡Policías de mierda! – dije, casi gritando. 

Sentía la sangre caliente fluir por mi cuerpo de la rabia e impotencia, era absurdo caer al bote por una situación así, pensaba. Luego de un momento, recordé una peor y estuve a punto de llorar. El asalto a yerba armada había sido perfecto. Además, salí premiado. 

“Debería agradecer”, me dije, caminando al bus, rumbo a casa.

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